Reina Sánchez

    Fue el recibimiento de bienvenida. Has vuelto a la pared y con buen pie.

   Un planteamiento optimista y tempranero nos llevó a subir rápido y ligero. Pocas horas de escalada, buenas vistas y un goce de esos que se dan cuando se juntan las ganas, una vía sencilla (para tu nivel) pero picantona y un ambiente relajado.

    Por lo demás, es una ruta evidente, algún tramo roto y usamos menos cacharros de los que ponen en las reseñas. Como paseo de montaña, muy interesante. Como ruta, una clásica con todas sus características: siguiendo siempre la “debilidad de la pared” y el camino más evidente.

   Cuando escalas con los gatos* que aprietan porque dejaste los de vía larga recauchutando*, a veces duelen los pies. Sobretodo un día caluroso como el que nos tocó. Escalando al sol, la goma se calienta y los pies se hinchan. Pero no importa, porque la moral se hinchó en paralelo.

    Desde hace años que siempre voy escalando. A veces más, a veces menos. Nunca igual, nunca en estático. Siempre cambiante, como la vida. Un día subí El Capitán y otro día no quería saber nada de escalada.

    A veces la niebla espesa no se va y el espíritu escalador se enreda con los recuerdos y situaciones del momento, llenando de nubes el corazón con el alto precio del miedo. Lo intentas, pero no escalas. No escalas de verdad porque tu mente está en otro lado.

    Después de dos años de tempestad, la niebla poco a poco mengua, el espíritu cambia y esta vez no se enreda. Se alinea con la motivación y el calor del verano, ese que tanto nos anima a los caribeños. El corazón tira para arriba como un cohete. Ahora si escalas, y escalas de verdad.

    Acabamos la vía y vamos al bar. Me gusta la cultura española de bar. Me gustan los bares porque son el final de la jornada. Sentada en la terraza con una cerveza y con vistas a la pared, saludo a la vía y le doy las gracias. Nos arropamos de buenos recuerdos y comentamos las anécdotas del día.

    Llego a casa y me siento en la hamaca. Desde mi «puesto de comando» como le decía mi papá, y con vistas a la montaña, a ella le cuento mi único gran deseo: un abrazo de él, una sonrisa de bienvenida, un “hola hijita”. Sé que no será un deseo concedido físicamente, pero cierro los ojos y lo puedo tocar.

Sonrío. Hoy ha sido un buen día.

 

*gatos: zapatos de escalada

*recauchutar: ponerle suela nueva a los gatos

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