Érase una vez, como muchas otras, que el chico y la chica tuvieron diferentes planes.
Sus caminos normalmente han sido claros y sus objetivos también, pero no siempre podían coincidir. Aún así, no se desanimaban y se apoyaban para que cada uno cumpliera sus sueños.
Y esta vez el príncipe no le devolvió el zapato a la Cenicienta; se lo llevo a la India y mientras tanto, ella felizmente usó sus pies de gatos* y continuó trepando paredes.
Lleva un mes de los buenos y está siempre rozando el borde de la cima, y es una sensación tan agradable, y ella tan glotona, que no se pudo resistir a repetir de nuevo.
Cuatro días duraba la excursión hacía otro “nuevo día”. El camino fue amable; un día en Montserrat encadenando un 7a+ y un 7b al segundo pegue —léase intento; un segundo día en Cuestelón, más tranquilo pero aún así encadenando un 6c a vista muy duro; un tercer día en Cavallers, la princesa se sorprende encadenando su primer 7b a vista; y un cuarto día escalando una vía larga en Comalestorres —la Dentrometidos— en buena compañía y un ambiente de documental.
La Dentrometidos
Una vez “dentro”, te “metes”, te atrapa y no querrás bajar.
Subimos pronto, a un ritmo más lento del que esperaba y con un aeróbico oxidado por el desgaste del tiempo que se hace notar con cada latido del corazón. Una hora y veinte de aproximación nos deja al pie de vía.
Mi compañera subiría el primer largo pero es un “slab”* de aquellos que intimidan. Cae en la trampa. Lo ve todo negro y pilla un descontrol mental al cual yo no ayudé diciendo que mejor iba yo primero porque quizás iba más rápido —poco tacto y mucha vanidad. Las palabras a veces duelen.
Inseguridades, arnés fuera, me dice que ella se baja y que siga con nuestro otro compañero. La entiendo. Sé como se siente cuando te abruma la pared y no te recuerdas lo que eres capaz de hacer, sé lo que se siente querer bajar y sentir que no es el día. Sé lo que se siente abandonar una vía simplemente porque “no te ves”.
Le digo que si ella baja yo también. Fui para hacerla con ella y la vía estará allí esperando. Las prisas matan. Al final decidimos hacer el primer largo y según como se sintiera bajaríamos o no. No nos bajamos y yo sabía que sería un final feliz.
El segundo largo mi compañera sube primero, para quitarse la “tontería”. Todo ha pasado y se encuentra bien, contenta, segura, con una sonrisa y aliviada de haber superado el agujero negro. ¿Qué cambió? Es una de esos tantos enigmas sin respuestas. En esos pequeños detalles te das cuenta del poder de la mente, te succiona o te fortalece.
El final
La Cenicienta disfrutó la fiesta sin su príncipe y él sin ella. Aún así, tuvieron un final feliz. Ellos saben lo que tienen y no necesitan ir uno encima del otro. Caminando uno al lado del otro es suficiente.
Y ella sabe que lo tiene todo, algo tan simple y tan tangible a los que algunos llaman plenitud.
*pies de gatos: zapatos especiales para escalar.
*Slab: término en inglés para describir un tipo de escalada: placa de roca tumbada, normalmente sin agarres para las manos y se progresa usando los pies y el poder de la levitación.