Día 13. Luigi

Último día del mundial de escritura y contenta por haberlo logrado. Hubo días que realmente fueron difíciles —se refleja en los cuentos.

Consigna del día 13: Para hacer el ejercicio, Luis nos trae el comienzo del cuento «El traje 1975», de la escritora dominicana Rita Indiana: “La fragancia aquella vez era la misma que ahora, Paco Rabanne. Luigi la olió por primera vez en la casa de la zona universitaria en la que su mamá lavaba ropa dos veces por semana”.

En este último ejercicio tuvimos que escribir un cuento comenzando con esa frase. Me encantó el ejercicio y lo que salió de allí.

Luigi:

La fragancia aquella vez era la misma que ahora, Paco Rabanne. Luigi la olió por primera vez en la casa de la zona universitaria en la que su mamá lavaba ropa dos veces por semana. Los martes llevaba toda la lencería y los viernes la ropa. Era una lavandería comunitaria donde la mayoría de los usuarios eran jóvenes universitarios. 

Un martes, Luigi acompañó a su madre a la lavandería. El sitio desprendía juventud, alegría, ligereza. Los estudiantes lavaban la ropa mientras reían, estudiaban o bebían cerveza. Luigi, estaba ayudando a su mamá cuando de repente la vio entrar. Caminaba como si estuviera flotando, con el pelo rubio y suelto moviéndose al ritmo de sus caderas. El tiempo se detenía mientras ella pasaba a su lado desprendiendo esa fragancia que luego de indagar supo que era de Paco Rabanne. 

Desde ese día, Luigi siempre acompañó a su mamá cada martes a la lavandería. La veía desde lejos, cómo sonreía mientras hablaba, cómo miraba atenta con esos ojos verdes mientras le contaban algo, como sus dientes blancos como las nubes se mostraban al reír. Luigi esperaba con ansias ese momento en que ella se daría cuenta de su existencia y que a pesar de la diferencia de edad ella caería profundamente enamorada de él. 

Luigi a veces se imaginaba en vidas lejanas, con la misma edad y conociéndose en otra situación. En un parque caminando donde a ella se le cae un libro y él lo recoge; se miran fijamente mientras se dan cuenta que sus vidas han cambiado para siempre. Luigi escucha una voz de fondo. Es su madre quien lo devolvió a la realidad: “venga ayúdame Luigi, deja de estar pensando tonterías” le dijo. 

Cuando Luigi menos se lo esperaba, ella ya se dió cuenta de su existencia. Se presentó y le dijo que se llamaba Laura. “Que lindo que ayudes a tu mamá” le dijo. 

Él piensa mucho las cosas, pero era cuestión de tiempo. Luigi estaba seguro de que algo sucedería, nadie más lo saludaba, solo ella. Solo ella. Cuando su madre terminaba de lavar la ropa, Luigi se iba con pesar pero con la ilusión de verla la semana siguiente. Pasaba los días imaginando estar junto a ella, hablando, leyendo, estudiando, bailando. Los ojos de Laura, la boca de Laura, las manos de Laura. 

El siguiente martes llegó y la buscó con la mirada. La encontró casi de inmediato. La saludó con la mano pero ella lo ignoró. Ese día el perfume olía a un amor no correspondido. Luigi siente que la desazón le seca la garganta. Respira hondo mientras dobla la ropa seca sin perderla de vista. 

Luigi se decide y camina hacia ella. Sus amigos hacen silencio mientras él se le queda viendo profundamente. En un impulso la besa. No tiene tiempo de arrepentirse. Cuando se da cuenta de lo que está pasando es demasiado tarde. Sus mejillas rojas lo delatan y sale corriendo. Nunca más volvió a la lavandería. 

Cuatro años después Luigi entra en el ascensor de la Facultad. La fragancia de aquella historia del beso es la misma que ahora: Paco Rabanne. Alza la mirada y sus ojos se encuentran. Es Laura. El ascensor se para en el segundo piso. Ella sonríe, le da un beso y se va. 

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