Los objetos de mi padre

Mi padre fue durante mucho tiempo una 4×4. Mi padre era Ing. Geólogo y trabajaba en el campo. Los recuerdos que tengo de él pasan por todas esas camionetas llenas de cables, botas de trabajo, cascos, y equipos. Todos esos objetos acompañaron una buena parte de mi infancia. Se iba cada lunes y volvía cada jueves o viernes. Mi padre era un carro, siempre viajando. Mi padre era una carretera, Pto la Cruz – Maturín. Pasar por el Tejero, comprar miel, cachapa y sacos de la fruta o verdura de temporada: parchita, yuca, mamón, naranjas.   

Mi padre era sus lentes (gafas). Mi papá usó lentes desde que tengo memoria. Lentes de sol, lentes para leer. Cada vez los iba adaptando más a su gusto y sus necesidades, evolucionando con el tiempo. Le daban un aire intelectual. Nunca pudo usar lentes de contacto porque se ponía uno y se le olvidaba en que ojo se lo había puesto. A veces terminaba con dos en el mismo ojo, echándole la culpa al oftalmólogo que le mandó “una vaina que no sirve”. Cuando viajaba a USA se compraba unos cuantos: “pan grande, aunque atore”. Aquí en España no compraba porque eran caros. Decía que aquí “eran unos ladrones”.

Mi padre era también su biblioteca. Primero en el piso donde vivíamos, era solo una estantería. Luego cuando nos mudamos a la casa, reservo un espacio para hacer una biblioteca grande. Allí descubrí a Agatha Christie, Nietzsche, Herman Hesse, Julio Verne, Flaubert, Dickens, Vargas Llosa, Gabriel García Marqués, Pablo Neruda, Osho. Descubrí muchos autores. Mi padre era sus libros. Incontables veces, aburrida me iba a ese espacio y comenzaba a repasar los títulos que habían a ver cual captaba mi atención.

Mi padre era su chinchorro. Era su alegría, era su campo base, el lugar para dormir: “su puesto de mando”. Era el lugar para leer. Es inevitable para mí recordar a mi padre en su chinchorro y con un libro en la mano. Recuerdos de niña porque después de mayor ya no leía tanto. Un chinchorro sobre la cama me lleva a mi más profunda infancia. Jugaba allí, me escondía allí, crecí allí.  

Mi padre también era su whiskey con agua de coco. Una herencia de la industria petrolera. Era su bebida. Old Parr era común en casa. Recuerdo un armario de madera hecho por él, con vidrios de colores. Allí guardaba su whiskey. Cuando nos mudamos, hizo un pequeño bar con la madera que se recicló cuando se quemó la casa. Las butacas eran de madera maciza. A partir de allí, comenzó a coleccionar cuadros de cerámica con refranes como: “Las visitas son como el pescado, a los tres días hiede”. Mi padre era su whiskey. Me enseño a prepararlo desde pequeña: Saca un vaso y ponle mucho hielo; abre la botella y échale al vaso contando hasta tres, llena el resto con agua de coco, envuelve el vaso con una servilleta.

Mi padre era su música. Desde que tengo memoria recuerdo un equipo de sonido grande en casa. Le gustaba escuchar música a todo volumen. Primero eran los casetes. Luego fue evolucionando y salieron los CD. Compró otro equipo donde entraban 7 Cds y comenzó a coleccionar todo tipo de música: Boleros, merengue, country, salsa, románticas, calipso, jazz, etc. No sé cuantos Cds tenemos. Una gran variedad de grupos y músicos sonaban cada día en casa: John Lennon, Simón Díaz, Celia Cruz, Deborah Sasha, Nana Mouskouri, John Denver, The Beatles, Oscar de León, B.B King, etc. Siempre había música. Recuerdo los viajes largos con música a todo volumen, y si le gustaba mucho la letra de una canción en inglés, nos la traducía.

Mi padre era su perfume. Primero Paco Rabanne, luego Lacoste. Siempre usaba perfume, como todos los de su generación. La de los años 40. El vestirse impecable con camisa manga larga, pantalón de tela, zapato de suela. Siempre bañado, siempre recién afeitado, siempre perfumado, siempre peinado.

Mi papá era la comida. Mi papá era un curry trinitario con su combinación de sabores picantes y dulces del caribe. Mi papá era un guiso de hallaca que se hacía la noche anterior junto a un vaso de whiskey con agua de coco, degustando hasta que estuviera listo. Mi papá era un chili con carne, receta potente heredada y transformada de sus tiempos viviendo en Estados Unidos. Mi papá era comer, probar, degustar, saborear todas las comidas de todos los sitios que visitaba. Mi papá era salsas, sal, picante, condimentos fuertes, olores penetrantes. Mi papá era callos a la madrileña, orejas, tripas, bravas y tinto de verano cada vez que visitaba España. Mi papá era la comida.

Mi papá era muchas cosas. Estos son algunos de los objetos que lo definieron. Objetos que me acompañan y me vinculan directamente a una memoria afectiva. Mi papá murió hace cuatro años. Sus objetos siguen allí y las emociones que evocan esos recuerdos, aunque se transforman con el tiempo, no desaparecen.

Recordándote siempre.

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